martes, 29 de mayo de 2018

27/05/2018 – El Día – ¿Qué ajuste?

Los términos de intercambio de un país refieren a la relación entre el precio de las exportaciones y el de las importaciones; para ponerlo en un burdo ejemplo, cuantas toneladas de soja tenemos que vender afuera para poder traernos una computadora.

Cuando los términos de intercambio son altos el país es más rico, porque el comercio internacional es una manera indirecta de producción. No nos interesa la soja per se, porque poca gente la consume en Argentina; la fabricamos para conseguir los dólares con los que compramos computadoras. Haciendo soja, hacemos computadoras, del mismo modo que usted produce la comida que pone en la heladera, trabajando todos los días como profesional, empleado o comerciante.

Si la soja sube, cosechando la misma cantidad de toneladas, estamos fabricando más computadoras.

Cuando, en cambio, los precios internacionales no acompañan, el país es más pobre.

Tan es así que, en la década del 50, el economista Raul Prebisch tomó el descubrimiento del alemán Hans Singer, que había señalado que durante la primera mitad del siglo XX los precios de los productos primarios exportados por los países subdesarrollados habían caído de manera sistemática en relación a los de las manufacturas elaboradas por los países centrales, como evidencia de la importancia de modificar la estructura productiva para cambiar el patrón de inserción en el comercio internacional.

Por supuesto, Singer puede haber sido el primero en notarlo, pero las señales del sistema de precios estaban disponibles para todos y muchos países diversificaron sus estructuras productivas en la segunda mitad del siglo pasado, orientando sus industrias a la fabricación de los productos que el mundo premiaba con mejores precios.

En Argentina, los términos de intercambio fueron excepcionalmente favorables entre 1946 y 1948. En los tres años siguientes, aunque la espuma de la bonanza bajó un poco, todavía los precios de nuestras exportaciones fueron más altos que en todo el resto del siglo XX.

Sin embargo, esos precios no se transmitieron hacia dentro del sistema productivo, porque el gobierno hizo algo que, con honrosas excepciones, sería una constante en los siguientes 70 años: distorsionó los términos de intercambio haciendo que los productores de bienes exportables no recibieran los precios plenos, al tiempo que los fabricantes de bienes que competían con las importaciones eran subsidiados. Paradójicamente, al mismo tiempo que el país enfrentaba los mejores términos de intercambio de su historia, los productores recibían incentivos para fabricar menos bienes exportables y más bienes con destino al mercado interno. No es sorpresa entonces que sistemáticamente falten dólares en la economía argentina; es la consecuencia de las políticas implementadas durante décadas.

 

¿QUÉ RELACIÓN HAY ENTRE LOS GEMELOS?

Los hermanos, cuando son gemelos, comparten el mismo ADN.

Dentro de una economía solo hay dos sectores; el público y el privado. En ausencia de financiamiento externo, si uno de ellos gasta más de lo que genera, ese agujero necesariamente tiene que ser financiado por un superávit del otro sector. Para ilustrarlo pongamos un ejemplo familiar; si en un matrimonio ambos trabajan y ganan 25.000 pesos cada uno, la familia en su conjunto no puede gastar más de 50.000, de modo que si el marido es más gastador y consume por 30.000 necesariamente su pareja deberá conformarse con gastar 20.000, o sea que el déficit de él se corresponde exactamente con el superávit de ella.

Pero si aparece un financista externo, ahora cualquiera de los sectores puede ser deficitario sin necesidad de que el otro aporte el dinero. De hecho, puede darse el caso, como ocurre con la economía argentina, de que tanto el sector público, como el privado, gasten por encima de lo que generan.

Desde 1945 a la fecha, el Estado ha gastado una y otra vez por encima de sus recursos, con la sola excepción de los cuatro años comprendidos entre el 2003 y el 2007. Mientras permanecimos aislados del mundo, el exceso de gasto se financiaba a expensas del sector privado que, consecuentemente invertía menos, porque una parte de los recursos que no consumía y ahorraba, se iban por la canaleta del déficit público.

En los años en que fue posible acceder al sistema financiero internacional, esa restricción se relajó y las cuentas públicas cerraron con fondos del exterior. Los dólares que ingresaban para financiar al fisco generaban la posibilidad de consumir más bienes importados que los que podía ser posible pagar a partir de las divisas generadas por exportaciones y allí reside el parentesco entre ambos déficits, que como se ve, comparten buena parte de su ADN.

 

SALIR POR ARRIBA PARA EVITAR EL AJUSTE PERMANENTE

Para cerrar el déficit externo hay dos caminos posibles; o gastamos menos dólares o generamos más. No hay otra forma. Si bien buena parte del rojo corresponde a la otra cara del déficit fiscal y se resuelve por lo tanto gastando menos, también es cierto que ese recorte no puede pasar por reducir la inversión pública, puesto que de ella depende buena parte de la capacidad del sector privado para generar divisas en el futuro.

Tampoco es una solución reducir el déficit público por la vía de mayores impuestos a las exportaciones, porque esa es justamente la causa de los problemas recurrentes. Necesitamos aumentar los incentivos a producir dólares, no bajarlos.

Para no volver a tener una crisis cada 5 años, es preciso eliminar todas las distorsiones que orientan las inversiones en contra de las exportaciones y favorecen la producción de bienes cuyo único destino es el mercado interno. El déficit que tiene como contraparte una mayor inversión, no tiene nada de malo y puede ser sostenido por décadas.

O salimos por arriba, aumentando nuestra capacidad de generar divisas con mejores términos de intercambio para los productores locales, o enfrentaremos este mismo tipo de crisis una y otra vez, como un deja vu.



lunes, 28 de mayo de 2018

¿Por qué el Gobierno está metiendo miedo a los inversores?

El pasado jueves, el juez dictó la sentencia del caso Gürtel en la que condenó a 33 años de cárcel al tesorero del PP, nombrado por el presidente del Gobierno y al que pillaron con casi 40 millones de euros en Suiza. En cualquier país con una democracia sólida Rajoy habría dimitido. En el Watergate el caso era mucho menor y Nixon tuvo que dimitir. El dólar y las bolsas se hundieron pero la mayoría de estadounidenses entendieron que había que sustituir al presidente. Y no se les ocurrió que había que ser tolerante con la corrupción y las malas prácticas en la política para que no cayeran las bolsas o subiera la prima de riesgo.

1. Gürtel y Rajoy son el problema

En España Rajoy podría haber dimitido y haber buscado a alguien de su partido que no estuviera implicado en el caso Gürtel ni en ningún caso de corrupción y que tuviera el apoyo mayoritario del Congreso. España es un sistema parlamentario, EEUU es presidencialista, y si el candidato o el presidente no tiene el apoyo mayoritario de la cámara debería tener decencia democrática, disolver las cortes y convocar elecciones. Lo mismo que hizo el mismo Rajoy en Catalunya el pasado año tras aprobar el 155. Pero Rajoy debería haber hecho eso en 2013 cuando imputaron a Bárcenas y se conoció el dinero en Suiza y sus SMS al imputado “Luis se fuerte, haremos lo que podamos para ayudarte.”

El PP gobierna con 137 escaños, el gobierno más débil de la democracia, y todos los partidos quieren que deje el poder. El principal, su socio de gobierno Ciudadanos con los que tienen un pacto de legislatura que ha pedido públicamente una moción de censura y convocar elecciones urgentemente. El Psoe ha presentado ya formalmente la moción y Podemos ha dicho que la apoyará sin condiciones. Entre los tres partidos suman 188 escaños y son mayoría en el Congreso. Rajoy, como en 2016, jugará a dividirles para permanecer en Moncloa y sabemos que otras cosas no, pero eso lo hace bien. 

El evento se produce en medio de un terremoto financiero en Italia donde un Gobierno irresponsable, populista, antisistema y antieuropeo habla de salir del euro, de impagar la deuda y se enfrenta con Bruselas. Grecia 2.0 pero con siete veces más deuda pública. Y el lío en España provoca que llegue el contagio y también a Portugal donde el gobierno es estable. Por lo tanto, la Gürtel y Rajoy son el problema.

2. Un Gobierno sensato estaría mandando mensajes tranquilizadores a los mercados

El empleo crece y las previsiones de los modelos de la Airef es que siga creciendo. El Tesoro ha cubierto buena parte de las emisiones del año, cuenta con un colchón de liquidez elevado, los ingresos públicos van bien, el BCE va a comprar la mayor parte de lo queda por emitir hasta final de año y las agencias nos están subiendo el rating. Y es justamente lo que cuenta el gobierno y la dirección del Tesoro cuando visita a los inversores en los principales centros financieros.

Pero ya sabemos por experiencia que Rajoy siempre antepone sus intereses personales al de los españoles. En 2011 nada más llegar al gobierno afloró déficit oculto, la mayoría en CCAA gobernadas por el PP desde hacía 20 años como Madrid o Valencia, para culpar al gobierno anterior de dejar a España en la quiebra. Aquello asustó a los inversores y activó la mayor fuga de capitales de la historia de España. Entre enero y julio de 2012 salieron de España 250.000 mill y los españoles sacamos de los bancos 150.000 mill en depósitos y Rajoy tuvo que pedir el rescate internacional, algo que no sucedía en España desde 1957.

2.1 Se filtra un informe de la Oficina Económica de Moncloa OEP en el que dicen que la moción de censura costará 5.000 mill.

Este pasado sábado varios periodistas contaron que Moncloa había filtrado un informe de la Oficina Económica de Moncloa OEP en el que dicen que la moción de censura costará 5.000 mill. El informe lo elabora Eva Valle, que está casada con Alberto Nadal, secretario de Estado de presupuestos, y hermano de Álvaro Nadal, ministro de Energía y anterior director de la OEP antes que su cuñada. Y lo filtra a los medios Carmen Martínez de Castro, secretaria de estado de comunicación que recientemente le dijo a los pensionistas que criticaban a Rajoy “que se jodan”. Carmen trabaja a las órdenes de la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría.

Los periodistas que han recibido la filtración dicen que el documento se basa en lo sucedido en 2016: cuando España estuvo sin gobierno la prima de riesgo subió y afectó negativamente al empleo. Pero los periodistas advierten que no explican la metodología ni las hipótesis para llegar a esas conclusiones.

¿Qué sucedió realmente en 2016? En el gráfico anterior se puede comprobar como en 2016, sin gobierno en Madrid, el tipo de interés del bono a diez años del Tesoro público español cotizó en promedio en 2016 a 1,39% mientras en 2015 con Rajoy en el Gobierno cotizó a 1,73%. O sea, que a pesar de la incertidumbre política el tesoro se financió más barato que el año anterior. Y en el gráfico posterior se puede comprobar que en 2016 se creó un número de empleos similar al de 2015 o al de 2017. Por lo tanto, el informe de la OEP no tiene ningún fundamento lógico y cualquier economista serio y responsable, en el gobierno y entre los economistas del estado la mayoría lo son, nunca habría publicado ese informe.

 

Los inversores saben que España crece y crea empleo y que con el BCE comprando deuda es poco probable un impago. Saben que en España el gasto público está descentralizado y que el gobierno central sólo gestiona directamente menos del 20% y en los ayuntamientos y CCAA sigue habiendo gobiernos y siguen gestionando como sucedió en 2016. Por eso en 2016 la incertidumbre política no afectó a los tipos de interés de nuestros bonos.

El bono español cerró el viernes al 1,5% y en el gráfico anterior se puede observar cómo sigue siendo el tipo de interés más bajo desde que Rajoy es presidente. El problema con este informe es que Bloomberg y Reuters este lunes verán en sus pantallas un teletipo diciendo que el Gobierno español espera una subida de la prima de riesgo. Eso supondría una bajada del precio de los bonos y muchos inversores decidirán vender y buscar refugio en bonos alemanes o mejor aún: en bonos estadounidenses o japoneses hasta que la tormenta financiera en Europa amaine. También lo verán los hedge fund y los especuladores que aumentarán sus ventas en cortos sobre bonos españoles.

3. El Gobierno acaba de meter el miedo a los inversores para que la prima de riesgo aumente

Por lo tanto, Rajoy, Soraya Saéz de Santa María, Eva Valle y Carmen Fernández de Castro acaban de meter el miedo a los inversores para que la prima de riesgo aumente. En condiciones normales, si se resuelve rápido la crisis institucional y España tiene un presidente del Gobierno con apoyo mayoritario en el Congreso, algo que hoy no existe, la tensión sería transitoria y el BCE se encargaría de sofocar el incendio.

Estando Rajoy en Moncloa y sabiendo cómo gestionó el rescate del 2012 la incertidumbre es máxima. Este lunes Bárcenas y su mujer pueden entrar en prisión y la fiscalía le ofrecerá reducción de pena si les da información. La pregunta del millón de dólares es: ¿el dinero en Suiza era suyo o era del partido y se usaba para financiar campañas electorales y que el PP fuese dopado a las mismas con más dinero que el resto de partidos? A esto hay que sumar el resto de casos que involucran al PP y más sentencias como la del jueves en los próximos meses. Por lo tanto, todo es susceptible de empeorar si Rajoy sigue en la Moncloa diciendo que no tiene nada que ver con lo que pasa en su partido y que los jueces no dan ni quitan legitimidad para gobernar.

Mantengamos los dedos cruzados

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lunes, 21 de mayo de 2018

20/05/2018 – El Día – ¿Y ahora?

En la última saga de Avengers, Thanos, un gigante capaz de derribar al mismísimo Increíble Hulk, acumula poder persiguiendo una colección de gemas con poderes fantásticos, que se esconden en los distintos planetas del universo.

Cuando el villano de Marvel eventualmente consigue las seis piedras del infinito, tiene tanto poder que puede terminar con la mitad de la humanidad con un solo chasquido de sus dedos. Entonces las personas empiezan a desintegrarse a la vista de todos, hasta que en pocos instantes no quedan pistas de su existencia.

Una cosa parecida acaba de pasar esta semana con las siete plagas que, cual profecía de Nostradamus, amenazaban caer sobre el sistema financiero. No hubo corralito, no hubo cepo, ni tampoco explotó la bomba de las Lebac, cuya cuenta regresiva generó tanto pánico como codicia.

La principal razón por la cual el sistema no explotó es que esta vez, a diferencia de buena parte de la historia de los últimos 70 años, hay un tipo de cambio flexible que opera en la práctica como una válvula de escape que permite que la economía se acomode a las nuevas condiciones internacionales.

Lo cierto es que Argentina venía gastando muchos más dólares de los que generaba; la cuenta corriente del balance de pagos mostró en el 2017 un déficit de 4,8% del PBI y todo parecía indicar que ese número sería incluso mayor en 2018. No solo hubo 5.500 millones de dólares más de importaciones que de exportaciones, sino que la cuenta de servicios, sobre todo por el déficit turístico, sumaba otros 10.000 millones de rojo y, aunque el país recibió flujos de inversión de cartera por cerca de 9.000 millones, la formación de activos externos, más popularmente conocida como compra de dólares para atesoramiento, ascendió a 22.000 millones de verdes, muy cerca del récord del 2008.

En castellano, la venta masiva de bonos y acciones que vimos en el último mes, señalaban que el financiamiento que había permitido semejante déficit se cortaba y que el país ya no podría gastar tantos dólares más de los que generaba; es preciso entonces producir más divisas y consumir menos. La corrección puede producirse a garrotazos, con cepos, controles a las importaciones y exportaciones a punta de pistola, o con un precio que corrija los comportamientos en líneas con las nuevas condiciones.

No está claro todavía si un dólar de 25 alcanza (o sobra) para frenar parte de las importaciones, fomentar las ventas externas, desalentar la compra de dólares para atesoramiento e incentivar el ingreso de inversiones del exterior, pero queda claro que todo eso tiene más chances de ocurrir ahora, que con el billete valiendo $17,50 como en diciembre pasado.

 

LAS EXIGENCIAS DEL FONDO

También es evidente que los clásicos planes de ajuste que normalmente solicitaba el Fondo a países que tenían tipo de cambio fijo no son necesarios ahora. Esto no quiere decir que el FMI nos regale el dinero y que no nos pida que aceleremos el gradualismo, pero históricamente el paquete de medidas tenía que lograr que el ajuste hiciera lo que el precio del dólar no podía hacer. Gran diferencia

La Gobernadora usó esta semana una analogía, con la que acuerdo parcialmente, para graficar los problemas del gradualismo; dijo que era como viajar a Mar del Plata: “tan rápido como sea posible para llegar, pero tan lento como sea necesario para no chocar”.

Coincido en que cerrar el déficit fiscal es como viajar a La Feliz, pero hacerlo de forma gradual es como sacar un pasaje en el lechero. El rumbo es el correcto, pero el colectivo se aleja del camino principal en numerosas oportunidades, para que todos puedan subir, exasperando los ánimos de los que ya están sentados. A las cuatro horas de viaje recién estamos en Dolores y cuando llegamos a Las Armas, el ómnibus se rompe y hay que bajar a esperar un par de horas que llegue el auxilio.

Todavía no sabemos cuáles serán los ajustes fiscales que ofrecerá el gobierno, pero está claro que el colectivo no podrá seguir entrando en todos los pueblos. El Presidente dio una pista esta semana, cuando dijo que se tenían que terminar los regímenes jubilatorios de privilegio y es probable que con la sorpresa del buen resultado de la primera licitación de obras por el sistema PPP, el gobierno acelere la transición de la inversión pública en infraestructura, al mecanismo de participación pública-privada.

 

¿SE DESACTIVÓ DEFINITIVAMENTE LA BOMBA DE LAS LEBACS?

La otra gran pregunta es si no volverá a ocurrir lo mismo en el vencimiento del mes próximo. Es importante entender aquí, que casi la mitad de las LEBACS fueron emitidas por el Banco Central para comprar los dólares de sus reservas, con lo cual no solo esas letras están respaldadas con activos duros, sino que con cada devaluación aumenta la cobertura, porque sube el valor de las reservas y se licúan los pasivos nominados en moneda local.

Que el resto de las LEBACS terminen siendo un problema o no, depende de la evolución de la demanda de dinero y la tasa de interés. Si la economía crece y la inflación baja, aumentará la demanda genuina de liquidez por parte del público y por lo tanto ya no será necesario que el Banco Central renueve completamente cada vencimiento de letras. El crecimiento y la estabilidad achican la bola de nieve. La estanflación, por el contrario, agranda el problema.

En general, los factores fundamentales quedaron mejor después del ajuste del dólar. Las expectativas de insostenibilidad cambiaria cedieron y ya no tiene tanto sentido apostar a una nueva corrida.

Los factores psicológicos también perdieron fuerza, por la misma razón que los habitantes de la aldea ya no acuden a los llamados del pastorcito mentiroso. En julio de 1999 muchos esperaron “el gran rey del terror que (supuestamente) vendría del cielo”, pero, aunque todos los años se repiten las profecías, ya nadie ajusta su comportamiento en base a las cuartetas de Michel de Notre Dame, más conocido como Nostradamus.



La casa de Pablo Iglesias e Irene: un problema de incoherencia

La compra de la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero ha generado una crisis política en Podemos al criticarles su incoherencia por adquirir una vivienda de 600.000 euros cuando hace tres años criticaron a Guindos por comprar otra del mismo valor. Pero a este economista observador el anuncio le ha recordado los peores fantasmas de la burbuja.

1. Pedir un crédito por encima del 80% del valor de la vivienda es una temeridad

Pablo Iglesias e Irene tienen un contrato precario hasta que acabe la legislatura. Iglesias tiene un sobresueldo de una TV que es financiada por el gobierno iraní en plena crisis por el embargo de Trump a Irán, lo cual les puede llevar a recortar su inversión de promoción exterior.

Él tiene una casa en Ávila, cerca de Gredos, que podría haber vendido para no hipotecarse tanto. Los datos que han dado no son completos pero todo apunta que han pedido una hipoteca por encima del valor del 80% y a tipos variables de Euribor 0,5%. Han comprado una vivienda muy alejada del centro de Madrid, con elevado impuesto de bienes inmuebles y con elevados costes de mantenimiento.

Calentar esa casa tan grande y cercana a las cumbres de Guadarrama en invierno costará más de un salario mínimo y mantener ese jardín necesitará un jardinero. Como sucedió en 2008, si vuelven a caer los precios de la vivienda, esa casa tendrá pocos compradores y su precio caerá con más fuerza que el resto. 

2. El BCE debería mandar un equipo de inspección inmediatamente a la Caja de Ingenieros

Por esa razón pedir un crédito por encima del 80% del valor de la vivienda es una temeridad para los que compran pero, sobre todo, para el banco que ha concedido la hipoteca. El BCE debería mandar un equipo de inspección inmediatamente a la Caja de Ingenieros y frenar esa estrategia tan agresiva.

Tras la peor burbuja desde Isabel la Católica -cuyo pinchazo provocó la destrucción de 1,5 millones de empleos- volvemos a montar otra. Desde 1960 esta sería la cuarta burbuja inmobiliaria, por lo que es un problema estructural.

El problema ahora es que con la deuda pública en máximos, el BCE tiene escaso margen para subir los tipos de interés, encarecer los créditos y hacer más atractivo el ahorro ya que puede provocar una nueva recaída en la recesión como sucedió en Japón.

Conclusión: las perspectivas para la economía real, las exportaciones y la inversión han perdido algo de intensidad pero siguen siendo positivas. El riesgo de nuevo vuelve a estar en lo financiero y en lo inmobiliario.

Lo más preocupante es que el portavoz del gobierno vio como una señal positiva que una pareja joven como Iglesias y Montero se endeuden de por vida con elevado riesgo de impago y desahucio si cambian sus ingresos. La burbuja se formó durante los gobiernos de Aznar y lo peor no es que no hicieran nada para evitarlo. Y ahora, veinte años después, siguen sin enterarse.

 

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miércoles, 16 de mayo de 2018

¿Deberes sí o deberes no?

En estos días de final del año escolar muchas familias y maestros empiezan a notar el cansancio acumulado y las dificultades para concentrarse de los niños. A menudo llegan a casa después del colegio y arrastran sus cuerpecitos hasta el sofá. Sin embargo, el descanso a menudo no está garantizado. A muchos de estos niños les toca levantarse del sofá a regañadientes para hacer los deberes.

Según el informe PISA 2015, España es uno de los países donde los chicos de 15 años pasan más tiempo haciendo deberes fuera del horario escolar: 18.2 horas a la semana frente a la media de la OECD de 17.1 horas (ver tabla). Además, en una encuesta encargada a Metroscopia por El País, la mayoría de los padres entrevistados consideran que se mandan demasiados deberes para casa, mientras que el 27% los considera adecuados, y sólo un 3% insuficientes. Esta situación ha dado lugar a "educación sin deberes", un movimiento sin precedentes en Europa canalizado a través de la mayor asociación de padres de alumnos del país (la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado-CEAPA). Este movimiento ha promovido varias huelgas entre los padres, y se está realizando una recogida de firmas para acabar con los deberes. De todo esto se hacen eco a menudo los medios de comunicación nacionales más leídos (ver aquí).

Numero medio de horas a la semana dedicadas a hacer los deberes (PISA, 2015)

Los detractores de los deberes para casa sostienen que el exceso de los mismos está dañando la vida de muchas familias, que no disponen de tiempo libre para realizar otras actividades muy beneficiosas para los niños y relajarse (ver aquí). Además, manifiestan que los beneficios asociados a los deberes no están demostrados, y que los resultados del test PISA están negativamente correlacionados con la cantidad de tiempo que pasan los niños haciendo deberes en cada país.

La evidencia empírica sobre el efecto de los deberes en los resultados académicos es escasa. La mayor parte de artículos de investigación analizan solamente correlaciones entre deberes y resultados académicos. Una revisión de la literatura publicada en la prestigiosa revista de ciencias de la educación “Review of Educational Research” señala que no existe evidencia de una correlación positiva entre horas empleadas en hacer deberes y resultados académicos en Estados Unidos (ver también este artículo). Un intento de estimar el efecto causal de los deberes en los países de la OECD es este artículo de Falch and Ronning (2012). En él usan efectos fijos de profesor y comparan el efecto de que un mismo profesor mande más o menos deberes de matemáticas que de lengua en los resultados de estas materias. Los autores encuentran que los deberes tienen un efecto positivo y significativo en Australia, Austria y Estados Unidos, mientras que tienen un efecto negativo y significativo en Suecia. Sin embargo, estos resultados deben ser interpretados con cautela, porque un profesor puede mandar más deberes porque le gusta más una determinada asignatura y/o es mejor enseñando esa asignatura. También podría mandar más deberes en una asignatura porque sus alumnos necesitan más ayuda en ella o están más motivados para estudiarla. En ambos casos más deberes serían el reflejo en lugar de la causa del resultado académico.

Estimar el efecto de los deberes es complicado por una serie de razones: Primero, querríamos analizar el efecto de los deberes que pide el maestro, pero la mayor parte de datos disponibles (incluidos los de PISA) hablan de tiempo de ejecución de los deberes. Dicha medida es problemática porque un mayor tiempo de ejecución podría reflejar, tanto una gran cantidad de deberes, como la dificultad de ciertos alumnos en realizarlos (aunque fuesen pocos y fáciles). Por otro lado, un menor tiempo transcurrido haciendo deberes podría deberse a una ejecución imperfecta de los mismos. Aunque tuviéramos acceso a los deberes que pide el maestro, esta medida también sería problemática porque la cantidad de deberes podría estar reflejando la calidad del maestro que enseña esa materia y/o de los estudiantes. Por ejemplo, un maestro entregado podría invertir mucho tiempo en preparar deberes y/o algunos maestros podrían adaptarse a los estudiantes y mandar más deberes si los estudiantes son estudiosos y responsables.

Me he puesto a buscar algún modo de resolver esta problemática. En Italia se realiza un test estandarizado de lengua y matemáticas a todos los estudiantes de 7, 10, 13 y 15 años. Junto con el test, se realizan una serie de encuestas a los profesores de estas materias, en las que se les pregunta cómo han preparado el test. Una de las cuestiones que se plantean indaga sobre si los profesores han mandado preguntas similares a las del test para hacer en clase y/o en casa. Esta pregunta permite comparar la diferencia entre realizar una misma actividad en clase o en casa. La correlación de las variables "preparar el test en clase" y "prepararlo en casa" con las notas en el test, controlando por la materia del examen y las características del profesor, es 1.4 y 0.9, respectivamente. Sin embargo, no podemos asegurar que la correlación entre las variables "preparar el test en clase" o "prepararlo en casa" y las notas en el test, refleje la diferencia entre la efectividad de aprender en clase o en casa, porque esta correlación podría estar reflejando aún la influencia de la mayor o menor calidad del maestro o de los estudiantes.

Para poder hablar de efecto, he usado dos estrategias: la primera es tener en cuenta todas las características de la clase a la que pertenece el niño, realizando regresiones en las que se incluyen efectos fijos de clase. En la práctica, esto implica comparar la cantidad de deberes que manda el profesor de lengua respecto al de matemáticas y los resultados que obtienen los niños en lengua respecto a matemáticas.  Aplicando esta primera estrategia los resultados cambian. Practicar en clase tiene una correlación positiva con los resultados de 1.2 mientras que la correlación de practicar en casa es negativa (-0.7). Sin embargo, estos resultados podrían estar determinados por las diferencias entre los dos profesores que pueden estar correlacionadas con los deberes que mandan. Para corregir esto, aplico una segunda estrategia.

La segunda estrategia es aplicar la técnica de variables instrumentales, usando como instrumento para los deberes que manda un cierto profesor la media de los deberes que mandan los otros profesores de la misma asignatura, en el mismo curso y en el mismo colegio. La idea es que los profesores en las reuniones de departamento tienden a influenciarse unos a otros, prestarse el material, etc.

Aplicando estas dos estrategias contemporáneamente se obtiene como resultado que practicar el examen en clase tiene un efecto positivo en las notas que se obtendrán (18.8), sin embargo, practicar el examen también en casa da lugar a peores resultados respecto a los que se obtendría si se practicara solo en clase (-7.5). Esto indica que practicar el examen en casa, además de hacerlo en clase (muy pocos maestros mandan practicar sólo en casa), llega a empeorar los resultados del test. Obviamente, podría ser que mandando deberes los profesores disminuyen la práctica en clase, lo que nos indicaría que los maestros sobreestiman la utilidad de los deberes.

Otro de los argumentos que se han esgrimido contra los deberes es que incrementan la desigualdad entre los alumnos, porque los padres más instruidos pueden hacer que sus hijos aprendan más haciendo deberes en casa (ver este artículo). Para intentar entender si este es el caso en los datos del test italiano, he interactuado la variable deberes con la proporción de inmigrantes, pero no he encontrado resultados significativos.

En resumen, es difícil encontrar evidencia empírica creíble a favor o en contra de los deberes para casa, pero mi intento avala la tesis de que no se derivan grandes beneficios de los deberes, en términos de resultados académicos. Si pensamos que las familias en su tiempo libre pueden aumentar el bienestar del niño y de la familia, así como favorecer el desarrollo de otras capacidades de los alumnos con actividades de libre elección de estos y de sus padres, quizás deberíamos redimensionar la cantidad de deberes que se mandan en nuestro país. La polémica está servida.



martes, 15 de mayo de 2018

13/05/2018 – El Día – ¿En el Fondo, qué está pasando?

En análisis económico hay preguntas fundamentales; la más fácil de todas es ¿Qué pasó?, la más difícil ¿Qué pasará? Entender que está pasando es asumir que sabemos la respuesta fácil y tenemos algunas pistas de la más difícil.

En síntesis; se acabó la plata. Tanto el sector privado como el sector público argentino venían gastando por encima de sus posibilidades gracias al financiamiento abundante y barato del resto del mundo. Se terminó. Los inversores del exterior, que desde noviembre pasado vienen dando señales de mayor desconfianza, salieron primero del mercado de las Lebacs y esta semana amenazaron con huir en manada de los bonos y acciones argentinos.

El martes a la mañana los principales fondos internacionales le comunicaron al Ministro de Finanzas la decisión de vender masivamente sus posiciones en activos locales y el Presidente decidió poner en marcha un plan de emergencia; solicitar ayuda del Fondo Monetario Internacional para no tener que cortar de cuajo el déficit fiscal.

Sin la asistencia del FMI no hay modo de financiar los 600.000 millones de pesos de déficit financiero que tiene el Estado Nacional. En dominó caen luego las provincias y eventualmente las empresas privadas.

El apoyo de los organismos financieros internacionales puede comprarle un poco más de tiempo al Gobierno, porque el prospecto del acceso a una fuente alternativa de financiamiento les muestra a los inversores que las chances de caer en un default son más lejanas.

 

¿Y EL DÓLAR?

Lo cierto es que Argentina, en conjunto gasta un 5% por arriba de sus posibilidades. Puesto que en economía no se puede hacer magia, es evidente que alguien financia el rojo de esa tarjeta. La contracara del déficit de cuenta corriente es el endeudamiento externo y el precio que refleja la mayor o menor abundancia de ese financiamiento es el del dólar. Si se cortan lo flujos de deuda ya no es posible gastar más divisas que las que se generan y por lo tanto es preciso pasar a importar menos y exportar más.

Para converger a ese nuevo escenario hay dos caminos; el primero es el que vimos en el gobierno anterior; cepo al dólar y cierre de importaciones. El segundo es dejar que el precio del billete norteamericano refleje su mayor escasez y haga su trabajo ajustando la economía real.

 

LA CORRIDA

La ventaja de tener un tipo de cambio flexible es que hay un precio que resuelve el problema y permite amortiguar la crisis. La desventaja es que en nuestro país ese precio es un termómetro que cuando sube pone a todos nerviosos.

En los últimos setenta años tuvimos quince crisis económicas y en catorce de ellas (con la única excepción de 1995) el dólar se devaluó, de modo que, para nosotros, a diferencia de lo que pasa en cualquier lugar del mundo, un ajuste en el precio del dólar es síntoma de derrumbe. Además, no tenemos un mercado financiero desarrollado y entonces la única manera de proteger nuestros ahorros es en ladrillos o en dólares, por eso cuando el billete tiene saltos bruscos, corremos a proteger nuestro poco o mucho capital huyendo del peso y buscando refugio en las monedas fuertes.

Lo peor que puede hacer el gobierno en este contexto es tratar de frenar la escalada del dólar, porque de ese modo pavimenta la huida del peso. La evolución diseño nuestro cerebro para buscar frenéticamente patrones y para saltar a conclusiones con muy pocos datos; el ruido de las intervenciones del Banco Central, en un mercado donde el público ya identificó una tendencia, lo único que logra es reforzar la convicción de que el dólar solo puede subir, acelerando la salida de posiciones en pesos. No es una conjetura mía, es un descubrimiento de la Psicología conductual que se denomina “refuerzo intermitente” y que es el principio que subyace al diseño del mecanismo de pago de los tragamonedas, por ejemplo.

En todo este escenario plagado de incertidumbres hay dos certezas; la primera es que sabemos que con menos financiamiento externo el dólar tiene que estar más caro. La segunda certeza, paradójicamente, es que nadie sabe a ciencia cierta cuál es ese valor. El trabajo de la autoridad monetaria es estimarlo, dejar correr a la divisa un poco más para cubrir un margen de error razonable, y atacar desde arriba con toda la artillería para romper el patrón de reforzamiento y hacer que la huida deje de ser la mejor opción.

 

EL DÍA DESPUÉS

En cualquier escenario, la confianza ya se rompió, el consumo se frenará y la economía que venía muy lanzada creciendo por encima del 5%, se desacelerará.

Lo que se define en estos días es la magnitud del enfriamiento y la velocidad de la recuperación.

La asistencia del fondo, en ese contexto, no es ni buena ni mala per se. Muchos países del mundo, hoy desarrollados, usaron líneas de ese organismo en el pasado; Corea financió parte de su estrategia inicial de desarrollo, Finlandia por ejemplo lo hizo en los 70, al tiempo que Irlanda e Islandia tocaron a su puerta en medio de la crisis del 2009. En nuestro país gobiernos de distinto signo y de todo el abanico ideológico lo hicieron; Alfonsín en los 80 y Menem en los 90, por ejemplo.

En todo caso, en vez de culpar al FMI de nuestros males y de pensar que son sus condicionamientos los que causan las crisis, es tiempo de que nos demos cuenta que ir nuevamente al fondo habla mucho mas de nosotros que de ellos.

Hay un patrón claro. Cada boom de términos de intercambio nos hace pensar que somos ricos. Nos acostumbramos al nivel de consumo que permite una soja de 600 dólares, como lo hicimos con el salto de precios del trigo en la segunda mitad de los 40. Luego los precios vuelven a la normalidad, ya no somos tan ricos, pero nadie quiere anunciar que se acabó el Fernet, en el medio de la fiesta.



martes, 8 de mayo de 2018

Sí, el dólar también está en tu mente

El precio del dólar, en un contexto de libertad cambiaria, depende de la oferta y la demanda

La demanda obedece a factores fundamentales, asociados a los usos transaccionales de las divisas; pagar bienes importados, girar utilidades de multinacionales a sus casas matrices, mandar dinero a los familiares que viven en otro país, abonar intereses y capital de las deudas contraídas tanto por el sector público, como el privado, realizar inversiones en el exterior, etc.

Pero también compran dólares quienes lo quieren como reserva de valor, toda vez que suponen que mantener su riqueza en moneda local les hará perder dinero y no tienen inversiones alternativas en otros activos financieros. Esto puede deberse o bien a la desvalorización del peso producida por la inflación, o bien a la expectativa de que el dólar subirá pronto.

Por el lado de la oferta, también hay factores fundamentales asociados a la necesidad de hacer operaciones en pesos, por parte de agentes que tienen su dinero en divisas, como por ejemplo los exportadores, los que toman deuda en el exterior, los que habiendo prestado dinero reciben el pago de intereses, o la devolución de su capital, los argentinos que ahorraron en dólares, pero necesitan pesos para pagar cuentas, los extranjeros que quieren invertir en el país, etc.

Pero también venden dólares todos los que tenían parte de su riqueza en esa moneda y piensan que la moneda argentina se va a valorizar, o se ven tentados por los intereses que pueden conseguir prestando su dinero en pesos, siempre que crean que esos pagos no solo compensarán las devaluaciones esperadas en el futuro, sino que, incluso teniéndolas en cuenta y descontando todos los demás riesgos, ganaran más dinero que invirtiendo directamente fuera del país.

Las causas reales de la devaluación

Obviamente, los factores fundamentales juegan. Si el gobierno financia el déficit fiscal con deuda externa, el ingreso de dólares aumenta su oferta y, salvo que sean comprados por el banco central, deprimen su precio.

Es verdad, no obstante, que, por la misma lógica, el día que haya que devolver esas deudas, saldrán dólares y su precio subirá ineluctablemente, salvo que otra vez se meta el banco central y entregue parte de sus reservas. 

Si la productividad del país crece menos que la de sus socios comerciales, o pierde mercados, obviamente el dólar será más escaso y por lo tanto su precio acusará recibo, del mismo modo que si se abre la economía y aumentan las importaciones ineluctablemente habrá un dólar de equilibrio que será más alto.

Si los inversores prefieren invertir en Brasil, Perú o Chile, saldrán dólares y concomitantemente subirá su precio.

Si ponemos impuestos a los capitales, o agregamos regulaciones que bajan su rentabilidad o aumentan su riesgo, pues lógicamente esos fondos se irán a otros países más seguros, o donde ganen más dinero.

Los factores psicológicos

Puesto que el dólar además de ser una moneda de pago internacional, es utilizado como reserva de valor, tanto su demanda, como su oferta se verán afectadas por las expectativas de devaluación vis a vis la rentabilidad esperada en pesos.

Es muy importante entender que, en la demanda de activos financieros, como el dólar, no importa el pasado. O mejor dicho; importa, pero solo en su capacidad para aportar información que pueda iluminar el futuro. Por ejemplo; cualquiera que tenga pesos corre al dólar si se espera una devaluación la semana que viene, pero paradójicamente si el gobierno devalúa fuerte hoy, ya no tiene sentido comprar dólares, por más que la devaluación te haya hecho perder el 50% de tu riqueza. Solo se justifica comprar dólares después de una devaluación si existe la sospecha de que no fue la última, de que el Banco Central se quedó corto, y que volverá a devaluar.

Es justamente en este sentido que la expresión “el dólar está en tu mente” se torna 100% cierta, porque el precio del día de mañana depende de las expectativas futuras y no de la historia.

Se supone que cualquier dato histórico que pudiera impactar en el dólar ya impactó. Por esa razón no tiene sentido leer los diarios financieros buscando información que nos permita ganar dinero, porque los diarios que salen publicados hoy se escribieron ayer y si por ejemplo se sabe desde ayer que YPF descubrió más petróleo en un área sobre la que tiene derechos, es lógico pensar que ayer mismo los inversores se volcaron a esa acción e hicieron subir su precio en la bolsa, si es que no se les adelantó el ingeniero que hizo el descubrimiento y los amigos con los que habló.

Por eso hay que desconfiar de cualquier analista financiero o supuesto economistas que diga que el dólar va a subir mañana, primero porque simplemente no hay manera de saberlo, pero segundo, porque si el tipo tiene la fórmula para ganar en el casino, no tiene lógica pensar que la comparta con todos, en vez de guardársela y hacerse millonario.

Volviendo a las expectativas,  si creo que el gobierno va a tener problemas para financiar un déficit tan grande colocando deuda externa el año que viene, es probable que elija comprar dólares hoy, porque el día que los inversores de afuera, que le prestan dinero, sospechen de su capacidad de devolver la plata, dejarán de prestarle y ya no entrarán tantos dólares a la economía. Eso haría subir el dólar en 2019 y entonces ya sería tarde para comprar. El mercado siempre se adelanta.

Por esta razón, el Banco Central sube las tasas, porque aún si yo tuviera la certeza de que el dólar va a subir el 7 de mayo del 2019, me conviene dejar la plata en pesos, si los intereses que me pagan por ese tiempo superan la devaluación esperada. Ejemplo; tengo 22.000 pesos con los que podría comprarme 1000 dólares, pero si de acá hasta el 7 de mayo me dan 40% de interés y me quedo en pesos, obtendré 30.800 pesos. Entonces salvo que espere para dentro de un año un dólar de $30.80, me conviene quedarme en pesos.

En la práctica, obviamente, nunca existe esa certeza y entonces siempre hay un riesgo de equivocarse. De allí que, a nuestras estimaciones, según sea nuestra tolerancia al riesgo, les agreguemos un margen de error. Entonces Incluso suponiendo que dentro de un año el dólar esté a solo $28, puede que de todos modos elija comprarlos hoy, porque no estoy seguro de que efectivamente acabe a ese valor, sino que mi estimación tiene un margen de error de, por ejemplo, $5, y con ese margen es probable que cierre entre $23 y $32. Más vale pájaro en mano que cien volando.

Por supuesto, si se espera una devaluación en el corto plazo, es más difícil de frenar con una suba de tasas, puesto que si yo creo que el dólar que hoy cuesta $22, mañana va a valer $24,20 tendrían que darme una tasa (¡diaria!) de 10% para que me quede en pesos.

De ahí que una corrida cambiaria, por recomposición de cartera de inversores que ahora eligen dejar su dinero afuera, o por gente que sospecha que el Gobierno tendrá problemas fiscales en 2019 o 2020, resulta manejable con una suba sensible de la tasa de interés.

Pero una corrida bancaria como la que se produjo en el 2001, donde los depositantes saquen sus plazos fijos y se vuelquen masivamente al dólar, sería mucho más delicada, porque para frenar una burbuja hay que tener instrumentos financieros que permitan apostar contra esa expectativa irracional y hacerla sucumbir.

Resulta fundamental entonces que el Banco Central empiece a operar en los mercados de futuros, para que pueda anticiparse a una eventual corrida bancaria. Al mismo tiempo es fundamental desarrollar el mercado de capitales, para que existan múltiples alternativas de protección de los ahorros, que operen como canales que permitan evacuar una desconfianza en el peso, sin que el agua tape al dólar.

A Jorge Lanata le gusta decir que la Economía es una rama de la Psicología y la verdad que, en materia de activos financieros, eso es absolutamente cierto. La batalla de la confianza se juega en la cabeza del público.



lunes, 7 de mayo de 2018

06/05/2018 – El Día – El día después

Esta semana parece imposible hablar de otra cosa que no sea del dólar. El viernes el gobierno combinó una fortísima suba de tasas, con la obligación a los bancos de bajar su exposición patrimonial en dólares y el anuncio de un recorte fiscal de 3.000 millones de dólares.

Aunque el mercado se calmó, no está claro que la tormenta haya pasado y los próximos días pueden persistir ciertas presiones. De todos modos, es evidente que, por primera vez en esta crisis, las autoridades sorprendieron al mercado y lo corrieron de adelante, demostrando que no les temblará el pulso si tienen que subir aún más la tasa o convertir el gradualismo en más shock fiscal.

Sin embargo, mi preocupación tiene que ver con el día después de la tormenta, porque la confianza en la economía ha quedado herida, tanto adentro como afuera, y no será fácil reconstruirla.

 

DOS INDICADORES CLAVE

Hace tiempo que vengo insistiendo en la necesidad de mirar el riesgo país, que es el extra que nos cobran por prestarnos plata en el mundo, ante el prospecto de que repitamos nuestra historia y no devolvamos el dinero.

El modelo económico se basa en una reducción gradual del déficit fiscal y dado que no se puede hacer magia, hasta la convergencia a cuentas públicas equilibradas hay que financiar esa transición con más colocaciones de deuda, de modo que las claves de la sostenibilidad son dos; que el déficit primario continúe bajando y que no crezca la mochila de los intereses de la deuda, para lo cual necesitamos que el riesgo país baje de manera sistemática.

Lo cierto es que hasta que Macri entró en el ballotage, Argentina pagaba casi 600 puntos extra de prima de riesgo; esto quiere decir que, si a un país libre de riesgo como Estados Unidos le prestaban dinero al 2% de interés anual, a nosotros nos pedían 8%. Pero el 23 de octubre del año pasado, a 24 horas de las elecciones en las que el oficialismo ganó, sacando incluso más votos que los esperados, el riesgo argentino tocó su mínimo en 342 puntos.

Desde entonces el Gobierno cometió una sucesión casi ininterrumpida de errores que fueron minando la confianza de los inversores del exterior. Primero fue el escándalo de la reforma previsional, que evaporó buena parte del capital político y se llevó puesta a la reforma laboral; una pieza clave para la competitividad de la industria argentina.

Luego vino aquella fatídica conferencia de prensa del 28 de diciembre, en la que el gobierno abandonó su prioridad antinflacionaria, relajó las tasas e hizo concomitantemente subir al dólar.

El 2018 no arrancó mejor; como parte de la reforma tributaria y para conseguir el apoyo de la oposición, se estableció un impuesto a la renta financiera, que además gravaba a los fondos del exterior que le prestaban al Estado. Un sin sentido, porque si el Tesoro o el Banco Central tienen que pagar para conseguir dinero prestado, no pueden al mismo tiempo cobrarle al que les presta. Esto es como si usted va al quiosco a comprar un alfajor que sale $20 y pretende cobrarle $5 al quiosquero.

Sobre llovido, mojado. El gobierno nacional les dio en el pacto fiscal todo lo que pedían las provincias y en ese acto perdió el apoyo de los gobernadores, que ya no lo necesitan mas, debilitando su poder en el Congreso. La oposición, como los tiburones, olió sangre y fue por todo, buscando revertir los ajustes de tarifas; una medida absolutamente demagógica que le costaría al fisco 200.000 millones de pesos de subsidios y la imposibilidad de bajar el déficit, anulando la posibilidad de llegar a la estabilidad fiscal.

Entonces no sorprende que el riesgo país haya subido 100 puntos desde noviembre y, pasada la corrida cambiaria, el gobierno necesita sí o sí reconstruir la confianza con los inversores que financiarán la transición. Caso contrario vamos directo a un default o a un ajuste fiscal de shock, que nos permita vivir con lo nuestro.

 

CONFIANZA DE LOS CONSUMIDORES

El otro indicador clave es el que surge de la encuesta que la gente de la Universidad Di Tella hace todos los meses entre 1.200 consumidores de todo el país. En noviembre pasado 51% de los encuestados eran optimistas sobre la economía, pero ese indicador se derrumbó 10 puntos desde entonces y, como el argento es muy susceptible a los problemas con el dólar, seguramente caerá aún más cuando se conozca la medición de mayo.

La confianza de los consumidores es importante por dos razones. La primera es que es un predictor del comportamiento de las familias; del empeoramiento en las expectativas a la actitud precautoria de postergar el consumo hay un solo paso. Si el gobierno no cambia rápidamente la sensación térmica de la calle, se frenará el consumo y caerá la actividad económica.

Pero, además, el índice de confianza del consumidor tiene una notable correlación con la imagen política del gobierno y es un gran predictor del resultado electoral, de modo que, si el gobierno no reconstruye pronto las expectativas, lo pagará perdiendo las próximas elecciones.

Para esto es fundamental que la política monetaria sea muy dura, para minimizar el impacto del dólar en los precios y recuperar la senda de la desinflación. Al mismo tiempo hay que volver a la cláusula gatillo en las paritarias, para sacarle incertidumbre a los trabajadores y asegurarles que pase lo que pase, no perderán con la inflación.

Sé que hay muchos colegas que piensan que para frenar los precios es clave que las paritarias se mantengan en 15%, pero ese es un error conceptual fenomenal. Las expectativas no se fijan por decreto y si el mercado cree que la inflación será del 22% ese número no va a bajar comprimiendo salarios. Más bien el resultado de esa política será un freno en el consumo y un deterioro de las expectativas de los consumidores, que aumentará, además el riesgo país, por el freno que causará en la actividad económica.



Capitalismo vs. Comunismo: ¿sistemas incompatibles?

Durante muchos años hubo una lucha encarnizada entre el capitalismo y el comunismo. El objetivo era conseguir que uno de los sistemas se impusiera sobre el otro. La caída del muro de Berlín simbolizó la victoria del capitalismo sobre el comunismo. Pero, ¿cuáles eran sus principales diferencias?, ¿eran sistemas  incompatibles? Para ver dichas diferencias habría que hablar de cuatro áreas: sistema político, organización de la economía, propiedad privada y clases sociales. Sistema político Una de las diferencias entre ambos tipos de regímenes es el sistema político. En el capitalismo impera la democracia, mientras que en el comunismo existe una dictadura del partido Comunista.  Sin embargo, se puede argumentar que el sistema capitalista no conlleva necesariamente la existencia de una democracia, ya que durante años han coexistido dictaduras con sistemas capitalistas, como fue, por ejemplo, en España. Organización de la economía En el capitalismo la oferta de bienes y servicios se rige por las leyes del mercado. Es éste el que indica qué se debe producir y a qué precio. El comunismo, por el contrario, sigue las directrices de la planificación central. Evidentemente, el sistema comunista corría el riesgo de producir cosas innecesarias que no fueran demandadas por los consumidores. Pero el sistema capitalista no se guía únicamente por las fuerzas del mercado: la política monetaria está controlada por instituciones de marcado carácter político. Además, gran parte de la economía se rige bajo los presupuestos generales del estado, que también podría ser considerado como una forma de planificación centralizada. Propiedad privada En el capitalismo los medios de producción han sido de propiedad privada, en el comunismo de propiedad pública. Pero esto no ha sido siempre así. El capitalismo ha convivido con empresas de propiedad pública, como, por ejemplo, el antiguo INI español.  Eran empresas cuyos ejecutivos eran elegidos políticamente y que […]

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sábado, 5 de mayo de 2018

29/04/2018 – El Día – Dólar: crónica de un final anunciado

Hay algunas películas, normalmente hechas a partir de guiones bastante pobres, que en un punto se tornan previsibles. El 28 de diciembre pasado, en un día que parecía haber sido elegido a propósito, el gabinete económico anunció cambio de timón en la política monetaria. Hasta entonces el Banco Central venía implementando un programa de “metas de inflación”, que básicamente consta de un anuncio y un garrote. El anuncio busca coordinar expectativas por las buenas, para que los agentes económicos que tienen una inflación de 40% en sus cabezas, a la hora de formar los nuevos precios piensen por ejemplo en una de 25%. Si al año siguiente todos están pensando otra vez en una inflación de 25%, la autoridad monetaria anuncia una meta de 10%, para desinflar las expectativas y buscar que todos formen precios más bajos que los del año pasado. Y así sucesivamente.

Si estuviéramos hablando del Banco Central europeo, probablemente con el anuncio de la meta bastaría para disciplinar las expectativas y lograr que la economía desinfle sus precios. Pero este es un organismo responsable de que la moneda haya perdido 13 ceros en 50 años, con inflaciones escandalosas en buena parte de su existencia.

Entra en juego entonces el garrote, que, en la caja de herramientas del Central, es la tasa de interés. Si los precios de la economía no convergen a la meta fijada por la autoridad, sube la tasa de interés, primero como un modo de reafirmar su compromiso y reforzar las expectativas, como quien grita fuerte para establecer un punto en el medio de una discusión. Pero además las tasas altas generan ingreso de dólares especulativos, deprimiendo el precio del billete norteamericano y frenando por esa vía las remarcaciones.

Un tercer canal por el que esa medida frena la inflación tiene que ver con el crédito. Como las tasas altas encarecen el costo de pedir dinero prestado, el consumo financiado con tarjeta y otras formas de crédito se ralentiza, quitando incentivo a los comerciantes para seguir aumentando precios.

Lo que ocurrió a fines del año pasado es que una parte del equipo económico convenció al Presidente, de que si las tasas permanecían altas se frenaría la economía, aun cuando toda la evidencia del 2017 había mostrado que en la realidad argentina las tasas no solo no frenaban la actividad, sino que la inversión estaba volando a tasas chinas y el crédito se estaba recomponiendo a una velocidad supersónica.

Puede que las tasas altas efectivamente enfríen la economía en el 99% de los países del mundo en los que hay crédito, pero Argentina es la tierra del taca taca, del 40% de la economía informal, de la gente que, aún dentro del sistema, produce un espectáculo único en el mundo que es el de la des bancarización voluntaria: millones de personas hacen colas en los bancos para retirar el dinero cash de sus cuentas sueldo, para luego hacer otras tantas colas para pagar en un rapi pago las cuentas que en cualquier lugar del mundo se tramitan por el home banking o el cajero automático.

Para ponerlo en términos médicos, un país que busca bajar la inflación con un programa de metas es como un paciente con sobre peso que trata de adelgazar con una dieta.

Cuando el candidato llega al nutricionista, lo primero que hace el facultativo es pesarlo, preguntarle por sus hábitos, eventualmente encargarle algún análisis y finalmente trazar un plan, con una meta. Si el paciente baja de acuerdo a lo planeado, va todo viento en popa, pero si no cumple la meta, entonces normalmente hay que endurecer la dieta y aumentar el ejercicio.

Es evidente que Argentina venía desinflando, aunque también es cierto que no lo hacía al ritmo previsto por el plan. A título de ejemplo, para el año pasado la meta era 17% de inflación y los precios terminaron subiendo casi 25%. Esa diferencia, obviamente hacía que el objetivo de terminar el 2018 con solo 10% de inflación luciera inverosímil.

Pero lo que ocurrió el 28 de diciembre no fue que el medico dijo, “ok, la dieta sigue a rajatabla, pero sinceremos que no vamos a llegar al 10%”.

No, lo que ocurrió fue que el nutricionista, al mismo tiempo que recalculaba el GPS anunciando una nueva meta de 15%, le decía al paciente que ahora que la meta no era tan ambiciosa podía permitirse una medialuna extra por las mañanas y un asado con los amigos los jueves por la noche.

El resultado fue obvio, el gordo dejó de bajar de peso y empezó a aumentar.

La combinación de expectativas de inflación más altas y premio por quedarse en pesos más bajo, operó en la práctica como una doble Nelson, achicando el atractivo de quedarse en pesos y alimentando el apetito por los dólares.

Sobre llovido, el gobierno dispuso en la reglamentación de la reforma tributaria, que los extranjeros pagaran el impuesto a la renta financiera sobre las Lebacs, generando una salida de casi 5.000 millones de dólares de inversores de afuera, que obviamente buscan esquivar el impuesto.

Y para frutilla del postre, esta semana subieron las tasas en los Estados Unidos y muchos fondos comunes de inversión de todo el mundo mudaron parte de sus fondos a Norteamérica, fortaleciendo el dólar y debilitando por lo tanto al resto de las monedas.

La consecuencia del combo fue una fuerte salida de capitales que forzó al Central a vender esta semana 4.300 millones de dólares, hasta que el viernes Sturzenegger le puso fin a la aventura y subió las tasas 300 puntos básicos, volviendo al esquema vigente hasta diciembre pasado. En el medio perdimos cuatro meses, la inflación volvió a subir, el dólar fue un infierno y consecuentemente la confianza de los consumidores se derrumbó 20%. Es un milagro si esta combinación no frena el consumo y enfría la economía. Esperemos que los políticos aprendan el costo de estas aventuras y la reacción del Banco Central no haya llegado demasiado tarde.