jueves, 28 de abril de 2022
Eficiencia y equidad en las políticas económicas*
miércoles, 27 de abril de 2022
Instituciones barriales y reincidencia criminal
martes, 26 de abril de 2022
Los efectos de la crisis energética en el presupuesto de los hogares: un impacto desigual
lunes, 25 de abril de 2022
La crisis de refugiados de Ucrania y el reto de mejorar las políticas migratorias de acogida
domingo, 24 de abril de 2022
¿Cómo abordar las limitaciones del análisis coste-beneficio?
jueves, 21 de abril de 2022
El permiso de conducción por puntos y las infracciones de tráfico
miércoles, 20 de abril de 2022
Manuel Arellano, Premio de Economía Rey de España (2020)
martes, 19 de abril de 2022
Él es brillante y ella es dedicada: Estereotipos de género en el mercado laboral de los economistas
lunes, 18 de abril de 2022
¿Cómo afecta a los jóvenes el hecho de estudiar y trabajar simultáneamente?
domingo, 17 de abril de 2022
¿A dónde van tus impuestos? Efectos de la percepción del destino del gasto público en el cumplimiento tributario
sábado, 9 de abril de 2022
Los fantasmas de la esquina
Todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar, doblo la esquina de una de las calles que van hacia mi trabajo para saber que justo a continuación aparecerá la misma joven pelirroja paseando a su perro, el mismo patinador cruzando el paso de cebra y el mismo anciano de mirada perdida fumando exactamente a las 8:17 de la mañana. Sumergidos en un orden social magistralmente orquestado, tal vez la única licencia que nos esté permitido disfrutar sea levantar simplemente la mano para cuestionar la verdadera naturaleza del libre albedrío; ¿es un fantasma, una ilusión, un espejismo necesario? Parafraseando y adaptando la memorable cita literaria, “la libertad, si no existiera, habría que inventarla”. Ya lo hemos hecho; el cine, como arte reparador, facturó el “El Show de Truman” para calmarnos a todos y devolvernos la fe en la volición. Al igual que “Atrapado en el tiempo”, o tantos otros títulos de idéntica finalidad. Pero la libertad no admite graduación: o se tiene o no se tiene, esa es la cuestión; por más que se reclame un ejercicio más intenso de ella, por más que se defienda la doctrina del esfuerzo/recompensa en la aspiración por conquistar un espacio y un tiempo determinado. La paradoja está ahí; querríamos ser héroes lo suficientemente henchidos de libertad como para escapar a ese inquietante destino que nos espera todos los días, a la misma hora y en el mismo lugar, justo antes de doblar la esquina.
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viernes, 8 de abril de 2022
Nuevo canal de Telegram
Amigos, acabamos de abrir un canal de Telegram para difundir contenido de actividades, proyectos, charlas y visitas a los medios
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jueves, 7 de abril de 2022
Implementación de políticas públicas, confianza en las instituciones y demanda de servicios públicos
miércoles, 6 de abril de 2022
Las consecuencias de la industrialización en perspectiva histórica
martes, 5 de abril de 2022
Un gran salto hacia adelante,...con redes
lunes, 4 de abril de 2022
La industria de los combustibles fósiles no puede confiar en la captura de carbono y en la bioenergía para salvar sus activos
La bofetada inesperada
¿Qué es antes, el desastre o la economía? He aquí la cuestión, puesto que si todo se dirime en términos de tiempo, el antes y el después importan. El destino y el azar nos interesan porque en la cronología del antes y el después se encuentran todas las respuestas. Creer en el destino es creer en la existencia de una secuencia matemática descifrable. Existen muchas razones para creer en el destino. De la misma manera que existen muchas razones para creer en el azar. Hay quienes opinan que todos los desastres tienen una explicación, o sea, una causa. “La guerra no puede ser producto del azar”. Decimos entonces que la economía precede al desastre; existe un motivo, una justificación. En las guerras, esto es, en los desastres humanos, todos tienen “sus” motivos. De lo contrario, los desastres no tendrían lugar. O si lo tuvieran, serían fortuitos, sin que a nadie le convencieran lo suficiente los motivos. Por lo tanto, el desastre solo puede preceder a la economía, cuando no existen ni razones ni motivos para el mismo. Es lo que defendieron los existencialistas, con aquel “la existencia precede a la esencia”. Que podría resumirse con un: “No hay destino, no hay explicación, todo sobreviene” Como una gran e inesperada bofetada.
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