lunes, 19 de agosto de 2019

El IVA un impuesto progresivo, misión posible

Los impuestos son inevitables. La economía y el presupuesto público requiere de ingresos para financiar el conjunto de servicios ofrecidos por el Estado. Los ingresos pueden provenir de muchas vías distintas: precios públicos, tasas, contribuciones, etc… Pero la más común de las distintas fuentes de financiación existentes son los impuestos. Existe un debate eterno en torno a los impuestos que parece enfrentar a la derecha política de la izquierda. El cliché se reduce a una especie de fanatismo de los progresistas hacia los impuestos, frente a la visceral animadversión que experimentan los conservadores hacia ellos. Pero lo cierto es que unos y otros, cuando están al frente de la administración y la gestión pública, hacen uso de ellos de una forma irrenunciable. El diseño de las figuras impositivas es quizás la única parte que les diferencia. Mientras los conservadores son partidarios de estructuras regresivas, esto es, de configuraciones impositivas que gravan a todos los contribuyentes con la misma intensidad fiscal, los progresistas tratan de gravar con mayor intensidad a quienes mayor renta y riqueza poseen, reduciéndola en el caso inverso- lo que se conoce como una estructura impositiva progresiva-. El consenso en torno a qué tipo de impuestos o ingresos se consideran regresivos o progresivos es bastante amplio. El ejemplo paradigmático de impuesto regresivo es el IVA. El IVA grava el consumo, para explicarlo de una manera simplificada, conforme a un tipo impositivo fijo. Por ejemplo, en una economía con un tipo único de IVA del 10% cualquier contribuyente, con independencia de su nivel de renta o consumo, soportaría la misma carga fiscal. Suele ilustrarse la regresividad del IVA con el ejemplo de la adquisición de una barra de pan. La intensidad con que se grava a un multimillonario en esta transacción es idéntica a la que aplica a las […]

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