domingo, 25 de agosto de 2019

Listeria, perdidos en el supermercado

En este blog hablamos de economía. No somos expertos en nada. Mucho menos en salud pública. Pero ante una alarma alimentaria provocada por la comercialización de carne contaminada con listeria tenemos derecho a opinar. Tenemos derecho a preguntar. Tenemos derecho a aclarar la mala utilización de conceptos relacionados con la economía, el marketing y la empresa. Y a no olvidar que también tenemos obligaciones. Comer carne contaminada no creemos que deba encontrarse entre ellas. Recibir información ambigua e imprecisa debido a la ineptitud o a la primacía de intereses comerciales, económicos y políticos sobre sociales tampoco. Hasta el momento solo tenemos una incerteza. El relato mediático es confuso por la negligencia o la complicidad. Fabricante, proveedor, distribuidor, mayorista, minorista, marca comercial, marca blanca, etiqueta. Estos son algunos de los conceptos aparecidos estos días en los medios. Su uso no ha sido en todas las ocasiones correcto. Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Una verdad a medias apoyada sobre una verdad total, que a su vez se apoya sobre una mentira a medias rectificada en el tiempo con nocturnidad se convierte en caos. Y en medio del caos, es curioso, cuesta muchísimo encontrar la verdad, es curioso, se convierte en algo imposible para la opinión pública. Aclaraciones El fabricante fabrica pero no necesariamente vende al consumidor. Se lo puede vender a un mayorista, cuya misión es distribuir el producto hacia los puntos de venta. Los puntos de venta son los comercios minoristas; por ejemplo, los supermercados. Y estos son el último eslabón entre el fabricante del producto y el consumidor. En el caso que estamos analizando ha existido, además, confusión con los términos cliente y proveedor. A este respecto conviene recordar que un cliente no tiene por qué adoptar solamente la figura de consumidor final, pues las empresas […]

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