Un problema conceptual recorre los tiempos presentes. Se ha perdido el significado original de “fascismo”, “comunismo”, “democracia”, “liberalismo”. Todo lo que hay en el momento actual y en el porvenir es una parodia. Conceptos puros que han envilecido. Asistimos a una involución, a una degradación del pensamiento. La vanguardia y la novedad han muerto. Lo que nació en un tiempo anterior no conserva su significado primigenio. Existe una inversión de significados y esencias. Ya nada es lo que era, fuera lo que fuera. El último ejemplo de toda esta reflexión es Parásitos, avalada y premiada a partes en iguales tanto en los Óscars como en las redacciones sociales. Que si “descripción magnífica de la lucha de clases”, que si “reflejo extraordinario de las tensiones y las diferencias sociales”, etc… Cine, propaganda y confusión. La promiscuidad entre lo verdadero y falso prosigue su marcha. Todo está impregnado de parásitos, es cierto. Pero algunos son la reina madre y otros son, simplemente, crías. Cientos de miles de crías que no se sienten a sí mismas como crías. En cualquier caso, maticemos: Parásito: organismo vivo que invade otro organismo para vivir de su vitalidad y energía. Y he aquí una película que presenta e identifica a los parásitos con las clases bajas. ¿Dónde está aquí la lucha de clases de Marx? La lucha de clases bien entendida, y tal como se concibió en su origen, señalaba a las clases altas como parasitarias. Eran estas las que se nutrían de la vida, el esfuerzo y el sacrificio de los organismos huéspedes, esto es, las clases bajas. La película “Parásitos”, al contrario, presenta a las clases altas como clases celestiales, sin maldad moral, generosas a la hora de conceder trabajo, compartir su bienestar material y riqueza. Al mismo tiempo, circunscribe a la clase obrera a una clase […]
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