miércoles, 12 de junio de 2019

Relato de un policía del pensamiento mentalmente desnudo

Era desconcertante. Podía saberlo todo, menos eso. Perdió por tal razón el conocimiento. Pasó -después- a experimentar un angustioso estado de inseguridad. Era duro reconocer que un tipo como él estuviese atrapado de un modo tan abstracto. Ni siquiera por un solo cabo suelto o una nimiedad crucial. Tampoco por un hecho que, al fin y al cabo, provocaría un derramamiento de incertidumbre y azar total. Para evitarlo siempre había tomado las precauciones debidas. Pagaba el caro precio de la incomunicación, la soledad y el aislamiento. Cuando desconfiaba de algo o de alguien, lo que sucedía en contadas ocasiones, lo hacía por razones de seguridad personal. Dado que su actividad consistía en perseguir información, era de lo más natural procurar que dicha información no acabara persiguiéndole finalmente a él. En su círculo profesional, nunca jamás comprendió la posibilidad de la traición. Comprobó el auricular del teléfono. No había nada. Buscó en las estanterías, las rejillas de ventilación y los marcos de las puertas. Nada. Consideró la posibilidad de que algún objeto de decoración pudiera esconderlo. Tampoco. Desencajó y levantó las lamas del parqué. No. En un acceso de enajenación, lo rasgó finalmente todo, salvo su alma. Y acabó mentalmente desnudo, mentalmente vencido.

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