lunes, 4 de noviembre de 2019

Lecciones para España desde la óptica del desarrollo (II)

Esta entrada está escrita por Jesús Felipe, Consejero del Banco para el Desarrollo Asiático.

La entrada anterior analizaba por qué España no ha sido capaz de cerrar el gap con la Europa del norte a pesar de los esfuerzos hechos desde la entrada en la Comunidad Europea en 1986. La tesis desarrollada es que salarios y renta per cápita de los países están determinados por la complejidad de las estructuras de producción y exportaciones. Nuestros vecinos tienen cestas más complejas.

¿Qué se puede hacer? No voy a agarrarme al cliché de que urge cambiar el modelo productivo. Si por esto se entiende cambiar la estructura de producción y exportaciones de España para convertirnos en Dinamarca II, el problema es que esto va ser difícil y va a llevar mucho tiempo. De todas formas, la verdad eso es lo que hay que hacer. Cuando hablo con gobernantes de países asiáticos les digo que el objetivo final de sus políticas económicas de desarrollo debe ser el llegar a tener una estructura económica como la de los países avanzados. Este será el catalizador que resolverá otros muchos problemas: los salarios y la renta per cápita subirán, se podrá pagar más impuestos, etc. Hay que aplicar la misma lógica a España, con las correspondientes diferencias. España dio saltos importantes en su modernización en las décadas de los 60 (tras el Plan de Estabilización) y 90 (tras la entrada en la Comunidad Económica Europea) del siglo pasado. La crisis de hace una década dejó a España tocada. Hay que plantearse dar otro salto importante ahora. Si no, seguiremos en el furgón de cola de la Europa más avanzada.

La mejor receta para que la renta aumente en España, para disminuir el número de mileuristas, y para se cree trabajo de calidad, es volcarse en la producción de productos y servicios de alta complejidad y crear empleos en estas actividades. Aquellos que hablan de crear empleo de calidad están hablando, sin saberlo, de crear empleo en actividades complejas. También la evidencia empírica muestra que hay una relación inversa robusta entre la complejidad de la cesta de exportaciones y la tasa de desempleo. Añado que la despoblación rural de la que se habla a menudo, también está relacionada con este tema. Sabemos que las actividades complejas, las más intensivas en conocimiento, se aglomeran en las ciudades porque es allí donde encuentran todos los inputs necesarios para su desarrollo. Este proceso se ha acelerado recientemente.

¿Cómo se consigue dar el salto? Hay que centrarse en aquellos aspectos de la estrategia que sean fundamentales, aquéllos que más acorten el camino y por tanto el tiempo. Hay que olvidarse, al menos temporalmente, del resto. Todos los países tienen muchos problemas y objetivos. Sin embargo, es muy difícil conseguir bien 20 objetivos: hay que convencer a los votantes de que hay que centrarse en tres objetivos. La estrategia del árbol de Navidad y café para todos no funciona.

Las preguntas obvias son: ¿quién crea empleos en esas actividades?, ¿quién es responsable? En una economía de mercado, obviamente son las empresas. Pero las empresas españolas, en su gran mayoría, no crean ese empleo porque no están capacitadas. España no tiene las pequeñas y medianas empresas que Alemania tiene (las kleine und mittlere Unternehmen, o KMU). Esbozo más abajo del papel del sector público.

Hay que replantearse la agricultura y enfocarla hacia la producción de productos de mucha mayor productividad y únicos. La agricultura avanzada se parece al sector manufacturero. En este último sector, hay que averiguar qué productos muy avanzados (complejos) nuevos pueden fabricar satisfactoriamente las empresas españolas. Afortunadamente, hay muchas oportunidades pues el país tiene empresas punteras. Hay que ver qué hacen estas empresas y ayudarlas a que sigan en esa línea. Finalmente, está el sector servicios. Aquí España también difiere significativamente de los vecinos del norte. Viajes y turismo son la mayor exportación española, casi el 16% del total de las exportaciones, un porcentaje mucho mayor que en Dinamarca (4,73% del total de las exportaciones), Holanda (2,37%), o Alemania (2,28%). Hay que volcarse en el turismo de alta gama, que ya existe. El otro ya existe y es el que hizo que España despegara y se modernizara en la década de los 60. Además de generar ingresos, genera empleo. Este seguirá ahí. Lo que sugiero es que el sector público y las empresas del sector que sean capaces, dediquen esfuerzos a crear un nicho de turismo de muy alta calidad y servicio, muy exclusivo, de precios muy altos, destinado a clientes con gran poder adquisitivo. Este necesitará profesionales del sector muy bien preparados a los que se les pague salarios mucho más altos de lo que el sector paga en la actualidad.

¿Qué más hay que hacer? Cuando los gobiernos de países como Indonesia me hacen esta pregunta, les hablo de fallos de mercado y de coordinación entre los sectores público y privado. Empresas y sector público deben trabajar juntos en un ejercicio de política industrial moderna (aquí se hablamos de ello con más detalle). Esto no es escoger sectores y subsidiarlos. Es algo más complejo, y consiste en que los dos sectores trabajen juntos para proveer información y resolver fallos de mercado. Generar productos y servicios más complejos es, como decía arriba, labor de las empresas. Sin embargo, hay que admitir que hacer esto no es sencillo por los múltiples fallos de mercado que hacen difícil y arriesgado invertir en actividades nuevas complejas. Aquí debe intervenir el sector público para resolver esos fallos. Sé que mucho de esto se hace en España, pero quizá habría que hacerlo de forma mucho más organizada y sabiendo por qué y para qué. Este es el reto de España hoy.

Termino con unos apuntes sobre las referencias constantes en los debates políticos a los impuestos, la educación y la reforma laboral. La obsesión con subir o bajar impuestos es enfermiza. El problema de España no son los impuestos (lo que no quiere decir que estos no importen). Subirlos o bajarlos (según el argumento de cada momento) no es la piedra angular que ayudará a que los sueldos españoles se acerquen a los alemanes. Asimismo, imponer otro programa educativo sin un norte claro no sacará a España del atolladero en el que está.

El problema, insisto, es que nuestra cesta de agricultura, turismo y manufacturas (de menor complejidad que las danesas u alemanas), no da para salarios de 50.000 euros. Los trabajadores daneses, muchos de los cuales ganan 5.000 euros al mes, están dispuestos a ceder un 40% de su sueldo al estado (impuestos) para que éste, de forma muy eficiente, provea y gestione muy bien una gran cantidad de servicios públicos. Aún así, les quedan netos 3.000 euros para irse de vacaciones (a España). Los sueldos en España están lejos de esta quimera. Sí, querer ser como Dinamarca está bien. Pero hay que entender por qué implementar su modelo es más complicado de lo que parece.

Con respecto a la educación, aparte de que cada gobierno cambie los planes, creando un caos absoluto entre los alumnos, el problema es no darse cuenta de que la educación debe poder proveer al mercado trabajadores capaces de producir los productos, servicios y tecnologías complejos que dan lugar a salarios de 50.000 euros. Estos están en las comunicaciones digitales, tecnologías de la informática, biotecnología, semiconductores, farmacia, inteligencia artificial (Balland et al. 2018, Balland et al. 2019). Parte del éxito alemán aquí reside en su excelente sistema de educación vocacional, que provee a las empresas trabajadores altamente cualificados. En España tenemos la Formación Profesional, durante décadas muy injustamente desprestigiada.

Reformas sí, si son necesarias, pero hay que pasarlas por el colador de la complejidad económica. Hay que priorizar aquéllas que directamente favorezcan el incremento de la complejidad de la cesta de exportaciones. Creo que la reforma laboral importa, pero hay que ponerla en este marco que he indicado. Entiendo el debate sobre la flexibilización del mercado de trabajo y las posturas antagónicas que existen. Sin tomar posición en el tema, pues vivo muy lejos, instaría a todos, gobierno, sindicatos, partidos políticos y patronal, a que replantearan el diálogo alrededor de la propuesta que hago aquí y entonces decidir qué reforma laboral debería hacerse.



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