viernes, 8 de noviembre de 2019

Víctimas de un baile de cifras

La sociedad española ha tenido una paciencia infinita con los políticos que le han gobernado en los últimos años. Ha tenido que soportar sobre sus espaldas miserables e inexplicables decisiones. El mantra aquel por el cual debía compartir con ellos la responsabilidad de su corrupción y su mala gestión. Por el que la clase política tan solo reflejaba los defectos sociales en su conjunto.  “Tenemos los políticos que nos merecemos”. Pero nunca sus ingresos. Nunca sus salarios. Sus trajes, sus corbatas, sus coches, sus viviendas de lujo. La sociedad española “fue informada” de que para gobernar se precisaba un bagaje de virtuosismo que un descendiente de clase media y colegio público jamás estaría en disposición de alcanzar. Que el conocimiento y el saber técnico que obraba milagros y era capaz de salvar a España de rescates internacionales no era muy común. Todo tipo de historias para que dormir bien, mientras el puñal sobre la espalda también descendía muy bien. España tuvo que aceptar con resignación, moribunda y malherida del alma una cifra de paro superior a los 6 millones de personas, en una época negra donde el sonido de la corrupción bipartidista silbaba como una olla a presión. Y tras el cénit de aquello, la gran peste pasó a ser liquidada mediática y políticamente -la prueba: los sondeos y los gobiernos sucesivos- prácticamente en un abrir y cerrar de causas judiciales, mientras el legado de deuda pública multimillonaria, las hipotecas, los activos tóxicos, los desahucios y los retrocesos de derechos económicos, laborales y sociales seguían -y seguirán- acompañándola por décadas. Ahora, la clase de representantes políticos que el sistema hegemónico capitalista produce y exprime aspira a no defraudar la inversión que el sector empresarial afín destina al marketing político, en paralelo a los nuevos tiempos que corren: feminismo, medioambientalismo, ruralismo…, otra vez sin detenerse ante […]

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