lunes, 28 de octubre de 2019

El denominador común latinoamericano

El Thompson Reuters Core Commoditie index (CRB), es un promedio del precio de los futuros de 19 materias primas que van desde la soja hasta el cobre, ese índice tiene un promedio histórico de 200 puntos, pero en los 90s rondó los 100, mientras que entre 2005 y 2015 en 300, con picos de 470, a mediados de 2018.

En economía llamamos a esas oscilaciones, el super ciclo de comódities, pero puesto en lenguaje más llano, el mundo asistió a 10 años de espectaculares precios de materias primas, emergentes, particularmente los latinoamericanos. Argentina, es sabido, se vió beneficiada por la soja qué llego a 640 dólares en septiembre del 2012, empujando también a Brasil, Uruguay y Paraguay, pero la oleaginosa cotizaba a 150 dólares por tonelada trece años atrás. En Venezuela, Ecuador, México y el resto de los petroleros es todavía mas marcado el contraste; el hidrocarburo oscilaba en torno de los 20 dólares por barril en los 90s, pero se derrumbó hasta los 12 dólares a fines de esa década, para resurgir de las cenizas trepando hasta los 60 en el 2005 y llegando a los 147 dólares para julio del 2008. hoy el oro negro se debate en torno de los 50 y 60 dólares por barril. Chile tampoco es la excepción; el cobre tocó fondo en noviembre del 2001, a 60 centavos de dólar por libra de metal, pero ya coqueteaba con los 4 dólares en 2006, para escalar hasta el récord de 4,6 billetes verdes en febrero del 2011. Ocho años después vale casi la mitad. Finalmente, el oro, que alimenta a Bolivia, entre otros, se vendía a 300 dólares a principios de este siglo, llegó a 1920 en septiembre del 2011 y hoy, merced a la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, se sostiene en 1500.

La economía y la política, oscilan en la misma frecuencia que los precios de los principales productos de exportación de los países latinoamericanos. De acuerdo a una investigación de Oscar Cetrángolo y colegas de la CEPAL, el ingreso per cápita en dólares constantes de América Latina acumuló un crecimiento del 19,15 por ciento en la década que corre entre 2005 y 2015, al tiempo que el gasto público se expandió también un 19,94 por ciento como porcentaje del PBI, lo que nos indica que el crecimiento real fue del doble, porque aumentó el peso del gasto en un producto que estaba creciendo.

Los promedios, como siempre, esconden heterogeneidades. Los autores de la investigación distinguen cuatro grupos de países. Argentina y Brasil integran el club de los que ya tenían el gasto público más alto y cuyas erogaciones más crecieron de la mano del boom de precios; su presupuesto pasó del 30 % del producto al 43 % en medio de la expansión de ingresos que permitían los commodities. en el otro extremo, Guatemala, Haití y Paraguay mantuvieron su bajo gasto estatal, prácticamente sin cambios y en torno de los 15 puntos del PBI. En el medio, el grupo integrado por Bolivia, Ecuador, Venezuela, Uruguay y Costa Rica, también aumentaron fuerte el gasto público de la mano de los buenos precios internacionales, pero empezaron a bajarlo en los últimos años, cuando se acabó el boom.

No es difícil entonces encontrar un denominador común que explica la política y la economía de los países de la región, dando cuenta del fuerte apoyo popular de los gobiernos que tuvieron la dicha de administrar la bonanza, pero también explicando la resistencia de los pueblos que interpretaron ese salto en los ingresos como algo permanente, definitivo y que no están dispuestos ahora a volver atrás en sus niveles de vida. hasta que estallaron las crisis en Brasil primero, en Ecuador, en Bolivia, en Chile, pensábamos que lo que pasaba en Argentina era idiosincrático, pero no.

Venezuela fue quizás el ejemplo mas caricaturesco. El régimen Chavista accedió al poder en medio de la crisis causada por un petróleo hiper barato y consolidó el mito de la revolución bolivariana con el barril arriba de 100 dólares, pero se cayó como un castillo de naipes cuando cedió el crudo a nivel mundial.

En Ecuador, con el petróleo en precio récord, el déficit presupuestario era de 1 por ciento del PBI, pero cuando se derrumbó el barril, el rojo de las cuentas públicas saltó al 5 por ciento y no fue posible sostener el nivel de subsidios a los combustibles que  tenia esa economía.

Chile es un caso muy interesante, porque la economía creció de manera sostenida desde 1990 incluso con el cobre en precios ridículamente bajos. En los 2000 potenció el crecimiento con el metal marcando récords, hasta que se cayó el cobre. El producto que había trepado por encima del 4 % anual hasta el 2013, se expandió por debajo del 2 por ciento en los cuatro años siguientes.

Pero además, en todos los países de la región con la excepción de los dolarizados, los tipos de cambio subieron, empujados por la salida de capitales globales que empezó en mayo del año pasado, haciéndose que el dólar esté más caro en moneda local y que consecuentemente los salarios reales medidos en bienes durables, que además son aspiracionales de las clases medias, bajaran.

No sorprenden entonces las crisis que sacuden a latinoamérica, ni las reacciones sociales de los pueblos que no se resignan al ajuste. Por supuesto hay además razones puramente locales, pero sorprendentemente (o no), las eclosiones no ocurren nunca en medio de la abundancia, con commodities récord y dólares baratos, sino todo lo contrario.

fuente: ELDIA.com



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