martes, 17 de marzo de 2020

El coronavirus y los niños

Desde hace casi diez años vivo en Turín, la cuarta ciudad más grande de Italia, situada en el norte del país, cerca de la Región de Lombardía, donde se produjeron los primeros casos de Coronavirus. Como llevo encerrada en casa con mi hija de 8 años ya tres semanas (el tiempo que llevan cerrados los colegios en Turín), me siento un lobo viejo que se permite dar consejos a sus amigas españolas sobre cómo sobrellevar este periodo que en España acaba de empezar. A diferencia de España, las medidas de contención del Coronavirus en Italia han sido paulatinas. Durante las últimas tres semanas se ha producido una disminución constante de nuestras oportunidades de ocio. Al principio fueron los cines y teatros los que cerraron, luego piscinas, restaurantes y bares, y finalmente no se puede ir a visitar amigas ni invitarlas a que te visiten.

La única inversión en salud mental que nos podemos permitir es ir a dar un paseo, y ello guardando la distancia de seguridad con otros ciudadanos. Tampoco se puede jugar a ser dependientas del supermercado, ya que solo puede entrar al supermercado un miembro de la familia y solo pueden estar dentro dos personas a la vez y los demás deben permanecer fuera, haciendo cola y manteniendo un metro de distancia. Todas estas medidas se han implantado en España simultáneamente empezando este domingo 15 de marzo.

Creo que no me equivoco si digo que la medida que más ha cambiado nuestra vida y cambiará muchas de las vuestras es el cierre de los colegios. Aquí en Italia y, según me han referido mis amigas profesoras, también en España, los docentes han recibido instrucciones de dar material para trabajar en casa (deberes) y están aprendiendo a marchas forzadas a usar las nuevas tecnologías para mandar videos de sus explicaciones y otros materiales didácticos a los niños. Los docentes más diestros con la tecnología incluso hacen lecciones on streaming. El uso que nuestros niños hacen del tiempo cambiará dramáticamente: tanto las horas que pasaban en el colegio, como las dedicadas a actividades extra-escolares y sociales se pasarán ahora dentro de casa y con la única compañía de la familia más estrecha. Muchos padres nos preguntamos qué consecuencias podrá tener esta experiencia en el futuro de nuestros hijos y de otros millones de niños. Aunque es demasiado temprano para decir si el efecto neto de las medidas de contención del virus sobre nuestros hijos será positivo o negativo, sí podemos describir algunas dimensiones que han sido estudiadas con anterioridad y que contribuirán decisivamente a determinar el efecto final.

El cierre de colegios ha afectado ya a más de 300 millones de niños en el mundo. Se trata de una interrupción del sistema educativo sin precedentes, no solo por el número de afectados, si no también por su duración (ver aquí). En cuanto a España, el Gobierno se planteó inicialmente cerrar colegios solo en zonas muy concretas (ver aquí) porque la dirección del Ministerio de Sanidad era contraria a esta medida al considerar que podía ser contraproducente, al aumentar así el riesgo que los niños transmitiesen el virus a la población más vulnerable, ya que los abuelos suelen ser a menudo los cuidadores de los niños (ver aquí). Sin embargo, el miércoles 11 de marzo se decretó el cierre de colegios en Madrid y La Rioja por el elevado número de casos de Coronavirus y desde el lunes 16 de marzo el cierre de colegios se hizo efectivo en toda España (ver aquí).

Por lo que sabemos los economistas, el cierre de colegios podría perjudicar el rendimiento escolar futuro. Pischke (2007) analiza el caso de la reducción de la duración del año escolar que tuvo lugar en 1966/1967 en Bavaria, una región de Alemania, como consecuencia de un procedimiento para homogeneizar la duración del año escolar con el de todas las demás regiones del país. La reducción del año escolar fue de dos tercios y trajo consigo el aumento de las repeticiones y una dismución del número de estudiantes que accedió más tarde a la educación superior. Sin embargo, Goodman (2014) indica que los días libres por tormentas de nieve en los EEUU no afectan a los resultados académicos. Dada su larga duración, es probable que el evento que nos ocupa sea más similar al caso estudiado por Pischke.

Si no hay colegio y no se puede hacer los deberes en compañía, también es probable que se anulen los llamados peer effects, es decir, la influencia de los compañeros de clase. La literatura económica documenta que tener compañeros con buenos resultados académicos mejora los resultados académicos (ver por ejemplo Sacerdote (2001) y Booij, Leuven, and Oosterbeek (2017)). Por otro lado, evitar la interacción personal podría reducir problemas tan graves como el bulismo (ver aquí).

Un daño colateral muy grave del cierre de colegios es que muchos niños de familias desfavorecidas dejarán de recibir su comida diaria en el comedor. En el año académico 2018/19, alrededor de 100,000 niños recibían becas del comedor en Madrid (ver aquí). Este aspecto ha recibido más atención en los Estados Unidos donde parece haber sido un argumento de peso en la decisión final de no cerrar los colegios en Nueva York. En EE.UU. muchos colegios públicos también se ocupan de la alimentación de los niños durante las épocas de vacaciones. En España la pérdida de los comedores escolares puede verse compensada porque los comedores sociales están adoptando la práctica de llevar la comida a casa de los más necesitados (ver aquí).

En cuanto al cambio en la relación de los niños con sus padres durante este periodo excepcional de recogimiento dentro del hogar familiar, la literatura académica indica que es probable que sean las mujeres las que cuidarán de los niños que se queden en casa: Kleven et al (2019) documentan que son las mujeres las que reducen su oferta de trabajo cuando nace un hijo e Ichino et al (2019) muestran que las mujeres cogen más bajas para cuidar de un hijo enfermo. El hecho de que los niños se vean obligados a permanecer en sus hogares tiene también implicaciones positivas. Los niños que pasan más tiempo con sus padres mejorarán significativamente sus capacidades cognitivas: (Del Boca et al (2013)). Estos efectos positivos se verán mitigados si se confirma que la convivencia familiar forzada y el estrés provocado por la situación extraordinaria que vivimos lleva a más demandas de divorcio como ocurre en China (ver aquí ).

Las nuevas tecnologías constituyen un sustituto inmediato a la clase tradicional. En este contexto nos preocupa el llamado “digital divide” o desigualdad en el acceso a las nuevas tecnologías. Si los profesores y profesoras dan lecciones on streaming o usan plataformas innovadoras para comunicar, quien no tiene (buen) internet se queda fuera de juego. Por ejemplo, podría haber diferencia entre niños en hogares con conexión por fibra óptica y los que usan aún la banda ancha (según el INE el 83% de los hogares tenía banda ancha en casa en 2018, ver aquí). Aunque la situación española no parece tan grave si pensamos que en una ciudad como Nueva York hay 1 millón de hogares sin acceso por banda ancha a internet en casa (aquí). Otro factor que podría causar desigualdad a nivel tecnológico es el nivel de formación de la persona que se queda a cargo del niño. En particular, los abuelos a menudo tienen una menor capacidad de usar internet y la tecnología (entorno al 43% de los mayores de 65 años usa internet, ver aquí). Una alternativa para hacer frente a esto, sería imitar las zonas rurales de China donde dan clase por televisión (vea este artículo de The Economist).

Otra potencial fuente de aumento de desigualdad durante el cierre de las escuelas es que algunos padres, sobre todo los llamados trabajadores de cuello blanco, pueden trabajar desde casa y vigilar a sus hijos mientras otros no (ver este artículo del New York Times). Existe el riesgo de que muchos de los niños que no están bajo el control de los padres, al encontrarse en casa en presencia de videojuegos u otras distracciones, terminen estudiando significativamente menos (ver aquí). Para los niños más pequeños cuyos padres no pueden hacer smartworking o teleworking y tengan que ir a trabajar, una de las soluciones más adoptadas será “tirar de abuelos”. Un artículo de Del Boca et al (2014) demuestra que los niños que salgan de la educación formal para ser cuidados por sus abuelos mejorarán su lenguaje si vienen de familias con nivel socioeconómico alto aunque empeorarán su capacidad analítica si vienen de familias de bajo nivel socieconómico. En cualquier caso parece que el bienestar de los niños pueda ser superior al de algunos niños japoneses que deben pasar horas sentados en un pupitre sin poder interactuar con nadie (ver este artículo del New York Times).

Como los niños son el grupo de edad menos afectado por el Coronavirus (ver aquí), otro potencial efecto positivo de las medidas impuestas para disminuir el contagio del virus es que los niños experimentarán una disminución de la incidencia de otras enfermedades virales por cambios en los hábitos sociales, higiénicos y las medidas de contención (aquí y aquí).

He querido concluir este post con una nota optimista para animar a todos aquellos padres que darán todo lo mejor de ellos estos días para cuidar de sus hijos de la mejor manera posible. Con la colaboración de todos, esta situación durará lo menos posible y en el futuro nuestros hijos disfrutarán de maestras que usarán más las nuevas tecnologías y padres que harán un uso más racional de su tiempo. ¡Os deseo lo mejor y mucho ánimo!



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