lunes, 9 de marzo de 2020

El marxismo vs la economía moderna (2)

Esta entrada es continuación de la anterior de igual título. En ella se trataron los temas del valor, el excedente, la explotación y la pobreza. Conviene leerla antes de seguir con esta. Conviene también recordar que el propósito de la entrada es explicar cómo la economía moderna es una herramienta más útil que la marxista para analizar y resolver los problemas económicos de la sociedad. En la entrada anterior referí al lector a algunos marxistas analíticos para saber sobre las incoherencias y limitaciones de la teoría de Marx.

5. Lucha contra la desigualdad

El marxismo propone "a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades". Maravillosa teoría, pero para la especie equivocada, como dijera E. O. Wilson. ¿Quién decide cuánto puedo trabajar o qué tan bien o mal sé tomar decisiones sobre dónde hacer nuevas inversiones de recursos? ¿Quién decide mis necesidades? Han sido las maneras absurdas de responder a estas preguntas las que han llevado a los regímenes comunistas que en el mundo han sido al fracaso, y no tanto enfrentamientos, guerras frías o bloqueos. Todo eso puede haber contribuido, pero en todos esos países, cada vez que introducían alguna apertura económica en el sentido que marca la economía moderna, lograban avances y cada vez que regresaban a la ortodoxia volvían también al estancamiento. Ha ocurrido en la URSS, en Cuba, en China y en todos los demás países.

La Economía moderna dota de mejores herramientas para luchar contra la desigualdad a un gobierno que quiera hacerlo. Primero, la competencia es una gran disciplina contra las desigualdades. Una empresa que gane excesivamente verá cómo le nacen competidores como setas. Un trabajador especializado que cobre grandes salarios verá cómo otros intentan ser como él. Segundo, el Estado puede corregir desigualdades sociales mediante políticas de igualdad de oportunidades (mediante programas de salud y educación universales) y mediante políticas que palien la desigualdad de resultados (transferencias de rentas, p. e.). La Economía moderna dice, por ejemplo, cómo las políticas de renta son, en este sentido, mucho mejores que las políticas de precios o de cuotas. Los países que han aprovechado estas ventajas son los que han conseguido las sociedades más igualitarias que ha conocido la Historia (tal vez no la Prehistoria).

Todo es mejorable, y en este blog se han criticado muchas cosas de cómo se lleva la economía en España y Europa y se han apoyado unas cuantas medidas para mejorarla.

6. Lucha de clases

Según el marxismo la lucha de clases es el motor de la historia. La clase burguesa contra los señores feudales y, ahora, el proletario contra la burguesía. En el capitalismo burgués, el marxismo distingue básicamente entre los que tienen la propiedad de los medios de producción y los que no. Como los primeros viven de parasitar sobre los segundos (según la teoría de la plusvalía), su primer interés es que las cosas sigan así, mientras que los segundos deben hacer desaparecer a esa clase parásita. Pero la realidad tiene la costumbre de ser más complicada. Por ejemplo, qué diremos de los pequeños empresarios, los autónomos, dueños de medios de producción, pero no especialmente ricos, o qué de los asalariados que cobran grandes cantidades. Ante esto los marxistas han añadido complicaciones ad hoc como "lo que define es a quién se sirve", "lo que importa es la conciencia de clase", etc. que acaban de hacer de su idea de clase una hipótesis no falsable.

Las explicaciones de procesos históricos con el concepto de lucha de clases marxista caen, además, en el problema del funcionalismo. El que al grupo X le convenga la medida A no quiere decir que los individuos del grupo X hagan nada al respecto; hay por una parte un problema de acción colectiva, y, por otra, el de lograr convencer a las autoridades para conseguir esa política. Historiadores marxistas más conocedores de lo que hablan hace mucho tiempo que abandonaron ese funcionalismo infantil (por ejemplo, David Abraham en su libro “El colapso de la república de Weimar”).

Finalmente, el problema mayor es que los hechos no encajan con la teoría. Para empezar, no todos los grandes acontecimientos históricos se explican como lucha de clases (solo algunos y restringiéndonos a Europa). Segundo, la evolución seguida por los países europeos, que sirvió de referencia a los marxistas, por comenzar ahí la revolución industrial, no es la seguida por el resto del mundo. Tercero, y para desconcierto de los marxistas de la época, las revoluciones comunistas surgieron donde ellos decían que no deberían haber ocurrido, en países sin industrializar o poco industrializados. Por supuesto, para todas las excepciones hubo explicaciones ad hoc y hubo reinterpretaciones de la historia y de la teoría para conseguir encajar las cosas. Y si hubo problemas para entender que el comunismo surgiera en esos países, todavía era peor observar a los países industrializados pasar a ser sociedades con economía de servicios donde toda la teoría se diluía.

La Economía moderna permite hablar de ricos y pobres y de estratos intermedios y permite integrar conceptos como "grupo de presión" (aquí un trabajo seminal), mucho más versátil que el de clase y, desde luego, dispone de herramientas para no caer en el funcionalismo señalado. No todos los propietarios de grandes empresas tienen los mismos intereses, ni todos los trabajadores. Pero en la medida que algún subgrupo de ellos tenga intereses comunes podrán ser un grupo de presión. La teoría económica, al tener una medida de la retribución por productividad, es capaz de dirimir si un grupo de presión es, efectivamente, más poderoso que otro y puede complementar a análisis sociológicos y políticos para analizar influencias, connivencias y corrupciones.

Como siempre hay quien quiere entender lo que no se escribe, he de añadir que nada de lo anterior niega que existan las clases, solo dice que no hacen lo que el marxismo quiere que hagan.

El marxismo quiere cambiar el sistema capitalista explotador e injusto por uno comunista. Sin embargo, no tiene la más mínima idea de cómo hacerlo. Ya hemos dicho que la teoría en que se basa es incoherente. Tiene un horizonte al que llegar: una sociedad sin clases donde los medios de producción no sean de propiedad privada y en donde reinen la igualdad y la prosperidad. Pero eso no responde a la pregunta de cómo se organiza esa sociedad ni, a fortiori, cómo se llega a ella. Sin iniciativa empresarial ¿cómo se toman las decisiones?, si la igualdad está garantizada ¿por qué esforzarse?

De hecho, la Economía moderna entra a valorar si expropiar toda la riqueza actual del mundo y repartirla equitativamente está bien o mal. Si acaso dirá que, una vez hecha esa expropiación y repartido el total, dejar a los individuos libertad para usar su parte como mejor gusten es mejor que impedirles usar esa propiedad. Podemos pensar en el ejemplo de los ejidatarios en México tras la revolución: campesinos a los que se dio tierra, pero sin dejársela tener en propiedad y sin poder venderla o arrendarla y a quienes se infantiliza y condena a ser campesinos de por vida, a ellos y a sus descendientes (aquí se explica el sistema de ejidos).

La economía moderna no dicta si cambiar o no de sistema. Analiza las consecuencias de una política u otra, de un mecanismo económico y otro, de un sistema u otro. Ofrece, además, herramientas para realizar muchos cambios, como se ha dicho en el punto 4. Ante esto se critica que vale, que sirve para poner un parche, pero no para cambiar realmente el sistema para tener mi utopía particular. Esto es cierto, la economía moderna no ofrece una manera de construir un sistema como el paraíso comunista (pero es que ni el marxismo ni nadie lo ofrece tampoco), pero sí explica muy bien el porqué de los fracasos habidos y el porqué de los fracasos si se siguen según qué tipo de políticas y por qué no hay que tirarse a la piscina hasta saber que sea muy probable que haya agua en ella.

A menudo me recuerdan estas discusiones a las que se tienen con algunos partidarios de medicinas alternativas. Hablan también despectivamente sobre eso de curar una enfermedad o aliviar un síntoma y proponen lo que hace falta es un cambio total, una actuación sobre toda la persona, un tratamiento holístico. Son igual de charlatanes los que quieren una Economía holística en este sentido.



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